Aún tiemblo,
la memoria tiene esa elegancia
de borrar en un suspiro los malos recuerdos
y dejar los buenos como granos de arena
deslizándose,
erosionando.
Pero aquí,
el sudor y la memoria empañan la arena
y detienen el tiempo.
Donde ya no se desliza la sal
se acumula la dulzura
y convierte el corazón en caramelo.
Caramelo,
que se funde con el tiempo
esperando
a que vengan los gusanos
a comérselo.
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