miércoles, 24 de junio de 2015

Vestigios.

 A este lado del paraíso no estás tú, pero el paraíso no tiene dos caras. Uno de los dos está en el lado equivocado. ¿Estamos donde queríamos estar? Un río cruza, pero solo uno de los dos lleva la ropa seca. ¿Lo entiendes? Paraíso es donde pisas, pero me da miedo seguir el camino de tus huellas mojadas.

Vas dejando suavemente paraíso a tus espaldas, y nunca te das la vuelta. Si te quedaras quieta brotaría por tus piernas, pero tú no puedes parar, sigues buscando tu lugar.

Y yo sigo intentando arañarte la espalda y arrancarte la piel a mordiscos, agarrarte tan fuerte que sientas miedo de no poder escapar, miedo y paz, y mi cuerpo palpitando dentro del tuyo, derretir el instinto y dejar sin agua a las primeras flores de la primavera, beber del sudor de tus muslos y secarme la boca con tu calavera. Porque el paraíso que se forma en tu caminar es el paraíso que yo rompo al pasar.

A este lado del paraíso hay una caja de pizza vacía bajo la cama y una mancha en el colchón. Sudor y sed de más sudor. 

martes, 23 de junio de 2015

Ypacarí

 A veces doy las gracias por ser un egoísta y guardar en mi cabeza lo que no quiero compartir con el mundo. Escondido en mis entrañas donde nadie pueda verlo. Mío y solo mío. Mis palabras, mis olores, mis sentidos, las imágenes de mis pupilas, el sabor a óxido y sudor de mis dedos.  Me callo y no se lo digo a nadie. A veces toco y otras escribo algo tan precioso que pienso que no merece ser compartido con nadie. Pienso que el mundo no lo merece o puede que si, pero no encuentro nadie con quien compartirlo. O a veces pienso que es para esa persona y lo guardo y se llena de telarañas porque el corazón juega malas pasadas y no se puede hacer regalos de ese calibre a lo loco. A veces como ahora cuento mis secretos, para que me odien, porque me gusta presumir de privar de belleza a un mundo tan feo. Porque soy un ególatra que como Amory se dio cuenta de que siendo un gran tipo no haces más que caer una y otra vez en el mismo agujero. Dejar huella es demasiado vulgar, yo no quiero eso, las personas se recuerdan por lo que no hacen, cuando no puedes verlas ni tocarlas, ni sentirlas. Entonces y solo entonces enciendes los motores y piensas en ellos. Neuronas pegadas lengua contra lengua explotando los nidos de tu cerebro. Y cuando te obligas a pensar en esa persona es entonces cuando de verdad deja mella. Siempre me gustó el queso gruyère y llenar los corazones de agujeros. Siempre me gustó desaparecer y esperar a que vengan los ratones.  

jueves, 11 de junio de 2015

Mil espejos.

Maldición es el ruido de mi boca encriptando las palabras. Mis pestañas haciendo señales de humo, cortando la luna. Las bengalas de mis dedos golpeando alguna superficie fría como el norte de mi cama. Donde ya nadie habita, y cada vez está más fría y el pasado más caliente.

Maldición es entablar conversaciones con el monstruo del armario. Seis rectángulos de hierro. Microclimas de aire fresco. Sombras calmando mi sed y arañando mi cuerpo.

Maldición es una frase escrita en el cielo, con las letras tan grandes que no puedas leer sin partirte el cuello. Seguir juntando nubes sin oír el ruido al quebrarse de los huesos.

Maldición serías tú si te volvieses loca por alguien como yo, que se volvió loco por ser como es. Que quiero romperte en mil pedazos como si fueras porcelana. Y que al hacerte una proposición tan indecente sonrieras y dijeras:
                                  
“Tan finos que parezcan polvo”

lunes, 8 de junio de 2015

Conversaciones con una patata.

 -Golpear fuerte, golpear fuerte a la vida y tomar las riendas.
-¿Las riendas de qué?
-De la vida por supuesto, pero para golpear así de fuerte necesitas un buen saco de boxeo.
-Utiliza este de aquí.
-Eso no es un saco, es tu corazón!
-No le tengas pena por su aspecto, se ha llevado golpes más fuertes de los que cualquier puño pueda dar, y ahí sigue, latiendo. Así que no pienses mas y golpea hasta que se vuelva azul.
-¿azul?
-Así es.

-¿Y por qué azul?
-Porque una patata azul sigue siendo una patata y un corazón roto sigue siendo un corazón. Da igual el número de arañazos que tenga, cada latido es lo que cuenta y este no va a dejar de latir.

jueves, 4 de junio de 2015

Sangre en la cocina

 Las hay grandes, pequeñas, anchas, estrechas, soperas, de té, con el mango de plástico y de metal, algunas incluso de cristal. Las hay de hierro, de acero, de plata, de plástico, de madera de hueso, también las que utilizan los magos de galio que se derriten a 30ºC. Algunas son finas y delicadas, con adornos en nácar o detalles en oro, otras más simples y ralladas de pasar tantas veces por el estropajo. Unas son tan anchas y afiladas que te rozan la comisura de los labios al comer, otras son tan pequeñas que apenas puedes utilizarlas para sorber, algunas son tan frías que se te pega la lengua y otras queman y no se pueden ni coger. Las hay de juegos completos y perfectos conjuntadas con todos los cubiertos y las hay de las perdidas a través del tiempo que son totalmente diferentes al resto. Cucharillas, cucharones, con su delgada silueta curva, para sopa, para helado, de las que se sostienen con solo dos dedos o de las que necesitas toda la mano. Parecidas y diferentes, hay más cucharas que personas y aún así se siguen fabricando. De usar y tirar o de usar para matar. Porque las cucharas son armas contra la mediocridad y no hay peor forma de morir que siendo un mediocre. Temedlas.