jueves, 14 de mayo de 2015

Dos triste notas

Las cuerdas de la guitarra se me antojan guillotinas. Tonchadas y oxidadas, los dedos que raspaban entre sudor y sangre ahora se deslizan. Se mueven mas deprisa y las notas que carraspeaban cada vez suenan mas claras. Cuanto mas rápido toco menos tiempo tengo para pensar en la que se me viene encima. Toca para olvidar pero no te olvides de tocar. Y la música se acelera con el metrónomo de mi corazón, me recuerda que estas manos bailando entre cuerdas han hecho llorar y han hecho reír. Me recuerda lo que fui, me presenta lo que soy. Mientras toco nada cuenta, mientras rompo las canciones con mi voz desaliñada el mundo se sonroja y se rompen en mil trozos las ventanas. Hoy al dejar la guitarra en el suelo se ha quedado sonando una nota, una nota infinita, aunque no la oigo estoy seguro de que sigue vibrando en la cuerda, y lo hará hasta que vuelva a cogerla y la pare con mis manos. Pienso que quizás esa nota esté sufriendo, esperando a que alguien la detenga, un dedo que se deslice y la frene. O puede que esa nota sea yo, que sigo esperando a que me digan que esta canción se terminó y es hora de empezar una nueva. Y aquí sigo, como una nota muda que por más que grita su mensaje no se entiende. Ya no sé si levantarme y pegarle una patada a la puta guitarra, o quedarme aquí esperando a que hagamos resonancia.

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