miércoles, 27 de mayo de 2015

Unas gafas de buceo

 A veces me siento como un iceberg, una punta de lanza de hielo que esconde toda una montaña a sus pies, una montaña cargada de mi verdadero yo y que no sé si guardo con recelo o no llego a saber transmitir. Nadie se tira al agua para mirarla ni tan siquiera un poquito, una ojeada, algo que llame la atención e impulse a seguir rascando, a seguir nadando. No me extraña, yo tampoco me metería en esas aguas profundas y oscuras, esas aguas cargadas de inseguridades y miedos que rodean la montaña. ¡Qué gran montaña! me gustaría pensar que alberga un tesoro tan brillante y fantástico que merezca la pena ser descubierto, o puede que solo sea un montón de tierra y nadie quiera perder el tiempo. O puede que alguien se tire de cabeza y cierre los ojos y se tape la nariz y pase justo por delante y tenga ese mismo miedo que yo tengo. Que nunca se abran sus ojos hasta que vuelva a sentir el sol. 

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