El chasquido de unos dedos contra mi, el pecho derritiéndose contra las paredes de una habitación malherida donde nunca has pensado tan siquiera en perderte. Lo único cierto es el roce de mis dedos con tu cuello, de tus labios con los míos de mi nariz con tus pestañas y de tu alma con las mía haciendo ritos de magia negra donde solo hay sitio para dos.
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Que dulce. Esa canción me resulta a veces la más bonita del mundo.
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